Esa pregunta se repite por miles en los foros, en los buscadores, en la universidad, los colegios, en la casa…
Seguramente a muchos nos la han hecho o nosotros mismos nos la hacemos. Y encontramos soluciones a medias como las que recomiendan en este popular blog de la BBC
No voy aquí a tratar de descubrir el agua helada.
Ya sabemos, o hemos escuchado decir, que a los teléfonos inteligentes, como a las computadoras, se les va acumulando una especie de «basurilla digital», que con el tiempo, sobrepasan los recursos del equipo. Esos recursos son, por listar los más elementales: la memoria RAM, el espacio de almacenamiento, el procesador o la batería.
Y no siempre, somos los propietarios, los causantes de la famosa basurilla. O al menos, no lo hacemos de manera deliberada; pues instalamos con toda confianza, las aplicaciones de moda, las que nos recomiendan las amistades o las que nos anuncian en sitios web.
¿Quién no ha visto, por citar un ejemplo, un anuncio para instalar el navegador Chrome?
Lo hacemos, actualizamos e instalamos nuevas aplicaciones, confiados en que nuestra experiencia de navegación o de uso del celular en general, va a mejorar.
Pero la verdad es que ocurre todo lo contrario: Hay lentitud para abrir websites, la pantalla se congela o el teclado no responde.
¿Por qué?
Cuando un teléfono es lanzado al mercado. Está optimizado para usarse con las aplicaciones que ya tiene preinstaladas, o con las que en ese momento están siendo ofertadas en los portales de descargas como Google Play o Apple Store.
Transcurrido cierto tiempo, las aplicaciones se vuelven obsoletas y el teléfono mismo nos pide actualizar.
La inmensa mayoría de estas actualizaciones, no son referentes a vulnerabilidades o problemas de seguridad superados. La gran mayoría son para agregar nuevas maneras de ofrecernos productos similares a través de la publicidad, y de paso, convierten al equipo actual, en un aparato menos funcional de lo que era hace unos meses.
Es por ello, que muy pronto sentimos la urgencia y necesidad de renovar tabletas o smartphone.
Vemos pues, que esa necesidad no responde únicamente a una conducta compulsiva, adicciones a compras innecesarias o cualquiera de los muchos términos con que los terapeutas se refieren a ello.
Es el resultado de toda una estrategia de ganar-ganar para los fabricantes y los gigantes de la industria del software. Y que tiene mucho de perder para el consumidor final.
¿Pero, estamos realmente condenados a permanecer dentro de un círculo, en el que somos nosotros mismos quienes pagamos la cuenta de siempre?
La respuesta es no.
Y no vamos a recurrir a los argumentos simplistas de dar la espalda a la tecnología y las nuevas herramientas de comunicación. También dentro de ellas y haciendo uso de estos avances tecnológicos, podemos alargar la vida de los equipos que actualmente tenemos, y prolongar de este modo la necesidad de renovarlos.
Es simple. Tan simple que pareciera irreal: Basta con buscar en Google Play o Apple Store, las versiones «Lite» o «Mini» de las aplicaciones más populares del momento.
Eliminamos las pesadas y dejamos las livianas.
Quizás no estén soportadas por los fabricantes. Pero al menos son alternativas gratuitas, que harán que un smartphone de apenas 512 MB de Ram, otra vez vuelva a ser el que era cuando lo adquirimos.
Hagamos la prueba.